En 1977 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer.
Reconocer en esa fecha a la mujer es, cada vez más, una ocasión para reflexionar sobre los avances conseguidos, exigir cambios y celebrar los actos de valor y decisión de mujeres comunes que han desempeñado una función extraordinaria en la historia de los derechos de ese sector de la población.
En el año 2000 los países miembros de la ONU reconocieron la necesidad de incrementar los esfuerzos y en sus Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) incluyeron promover la igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres y, con énfasis, alcanzar la equidad en la educación, en el ámbito laboral y reducir la mortalidad materna.
Os dejamos unos textos referidos al lenguaje y sexismo para conmemorar este día.
LENGUAJE Y SEXISMO
“La palabra es el
mecanismo más esencial que sirve de base a la dinámica de nuestro pensamiento”.
(Luria)
“El
lenguaje condiciona toda la educación y dificulta, desde el inconsciente de las
personas, que se abra paso la idea de igualdad entre ellas”. (Pilar Ballarín)
“Cada
lenguaje es, en efecto, una forma de segmentar el mundo de acuerdo con la
experiencia pasada de los hablantes. Y, como, por otra parte, el lenguaje es el
principal vehículo de transmisión de formas culturales de una a otra
generación, resulta, en fin, que el lenguaje, fruto de la cultura pasada actúa
como volante de inercia para su conservación y perpetuamiento, condicionando de
algún modo la cultura futura para que se parezca lo más posible a la actual”. (Álvaro García Meseguer)
“Como
lo acreditan numerosas investigaciones, el lenguaje tiene una importancia
fundamental en el desarrollo de las personas por su estrecha relación con el
pensamiento y con el modo de analizar e interpretar la realidad.
Vivimos
en una sociedad en la que, a pesar de los avances que se están produciendo,
todavía se siguen asignando valores y roles distintos, con diferente
reconocimiento social, a mujeres y hombres, lo que genera importantes
desigualdades entre unas y otros. El lenguaje, en tanto que construcción
social, refleja esta situación. Así, las normas que lo regulan no se han
establecido de manera casual, sino para reflejar y mantener el orden social
establecido. Se explica así, por ejemplo, que se considere que el género gramatical
masculino plural engloba al femenino, porque simbólicamente lo femenino depende
y está subordinado a lo masculino”. (Ana
Aguirre y José María Iturzaeta)
“El
lenguaje no es una creación arbitraria de la mente humana, sino un producto
social e histórico que influye en nuestra percepción de la realidad. Al
transmitirnos socialmente las experiencias acumuladas por generaciones
anteriores, el lenguaje condiciona nuestro pensamiento y determina nuestra
visión del mundo.
Los
prejuicios que el lenguaje transmite sobre las mujeres son el reflejo del papel
social que se les ha atribuido durante generaciones. Aunque el papel de las
mujeres en la sociedad ha experimentado desde el comienzo del siglo XX,
particularmente en las últimas décadas del mismo, transformaciones muy
profundas, los mensajes que el lenguaje continúa transmitiendo sobre ellas
refuerzan su papel tradicional y ofrecen una imagen relacionada con el sexo y
no con sus capacidades y aptitudes intrínsecas a todos los seres humanos”. (UNESCO, Recomendaciones
para un uso no sexista del lenguaje,
1992)
“Son
necesarios, pues, cambios en el lenguaje para nombrar a las mujeres, y, por lo
tanto, debemos realizarlos: los prejuicios, la inercia, o el peso de las reglas
gramaticales, que, por otra parte, siempre han sido susceptibles de cambio, no
pueden ni deben impedirlo. En la lengua castellana existen términos y múltiples
recursos para nombrar a hombres y mujeres. La lengua tiene la suficiente
riqueza para que esto pueda hacerse adecuadamente”. (NOMBRA, Comisión Asesora
sobre Lenguaje del Instituto de la
Mujer)