El equipo que formamos el Departamento de Biblioteca deseamos a toda la comunidad del I.E.S. Litoral una Feliz Navidad y un estupendo 2013.
“No es solo una biblioteca. Es una nave espacial que te llevará a los puntos más lejanos del universo, una máquina del tiempo que te llevará al pasado lejano y al lejano futuro, un maestro que sabe más que ningún ser humano, un amigo que te divertirá y te consolará y sobre todo una salida a una vida mejor, más feliz y más útil.” (Isaac Asimov)
Teatro leído e interpretación de villancicos en la Biblioteca
El viernes 21 de diciembre alumnos de 2º de ESO C y D leyeron la obra de teatro "El viaje de los Reyes Magos" y nos deleitaron con un tradicional villancico. Esta actividad estuvo realizada en colaboración con el Departamento de Música.
16 de diciembre, Día de la Lectura en Andalucía
La Junta de Andalucía decidió institucionalizar el 16 de diciembre Día de la Lectura en Andalucía, fecha del nacimiento del poeta Rafael Alberti y del homenaje que en 1927 el Grupo Poético de la Generación del 27 rindió en Sevilla al poeta Luis de Góngora con motivo del tercer centenario de su muerte.
Os invitamos a leer el manifiesto escrito por el poeta cordobés Pablo García Casado para conmemorar el Día de la Lectura en Andalucía 2011.
Contra el fuego
En 1996, un joven François Truffaut dirigió Fahrenheit 451, adaptación cinematográfica de la novela homónima de Ray Bradbury. Un relato que narraba en un hipotético tiempo futuro, en el que los libros estaban prohibidos, y debían ser quemados y sustituidos por pantallas de televisión. Porque una sociedad que aspiraba a ser perfecta debía evitar cualquier referencia al pasado, a que el ser humano pudiera preguntarte por su felicidad, por su deseo, por su lugar en el mundo. "No hacen felices a la gente, y por eso deben ser eliminados", respondía Gay Montag a una bellísima Clarisse encarnada por Julie Christie. Este panorama implicaba subvertir incluso en valor de las palabras, hasta el punto de que "bombero", en el relato, era precisamente quien aplicaba el fuego a los libros: aquel que, de alguna manera, apagaba las llamas del deseo y de la memoria. Ese que late en las páginas de Faulkner, Cervantes o Camus.
El adagio facilón nos dice que una imagen vale más que mil palabras. Pero esta afirmación recurrente puede ser leída también en sentido contrario. Porque si digo "bosque" estoy nombrando las penumbras africanas, los fríos noruegos o la oscura multitud de una calle nocturna en el sudeste asiático. O un lugar no escrito. O un no lugar. O un desierto. Porque pantalla y libro, palabra e imagen no se oponen entre sí: se afirman, sirven de muto alimento. Muchos nos acercamos al Julio César de Shakespeare gracias a Mankiewicz; nadie como Brando narró antes ante las masas que se agolpaban en cientos de salas de cine el discurso de Marco Antonio. Y qué genial guionista encontró el director norteamericano en el dramaturgo inglés para representar estas metáfora precisa del poder y de la política.
Por eso, a pesar de las insidias interesadas de los apocalípticos, la pantalla y el libro han cultivado la amistad y han crecido juntos. Juntos conforman el presente de nuestra memoria. Levantarse cada día para luchar por ellos merece la pena. No siempre es un trabajo grato. Contra la cultura, contra el libro y las películas, siempre hay megáfonos y demagogia, ventajismo de quien nos llama parásitos del sistema. Gente con la boca ancha y la mirada estrecha. Gente que estaría dispuesta a activar, en aras de nuestra seguridad, el pulsador del lanzallamas, y quemar a Proust, a Miller, a Polanski o Von Trier. Gente que parecen honrados vecinos de domingo, pero cuyas actividades no difieren demasiado de los talibanes afganos o los secuaces de Terry Jones.
Por eso, antes de que la vida nos lleve a exiliarnos en un país de mujeres-libro o de hombres-película, debemos defender este territorio ganado a la ignorancia, porque son un activo contra la sumisión. Por eso debemos estar alerta ante esos discursos incendiarios que prenden fácilmente. Y los libros lo hacen a una temperatura de 451 grados Fahrenheit. Y las películas, incluso menos, a 410.
Os invitamos a leer el manifiesto escrito por el poeta cordobés Pablo García Casado para conmemorar el Día de la Lectura en Andalucía 2011.
Contra el fuego
En 1996, un joven François Truffaut dirigió Fahrenheit 451, adaptación cinematográfica de la novela homónima de Ray Bradbury. Un relato que narraba en un hipotético tiempo futuro, en el que los libros estaban prohibidos, y debían ser quemados y sustituidos por pantallas de televisión. Porque una sociedad que aspiraba a ser perfecta debía evitar cualquier referencia al pasado, a que el ser humano pudiera preguntarte por su felicidad, por su deseo, por su lugar en el mundo. "No hacen felices a la gente, y por eso deben ser eliminados", respondía Gay Montag a una bellísima Clarisse encarnada por Julie Christie. Este panorama implicaba subvertir incluso en valor de las palabras, hasta el punto de que "bombero", en el relato, era precisamente quien aplicaba el fuego a los libros: aquel que, de alguna manera, apagaba las llamas del deseo y de la memoria. Ese que late en las páginas de Faulkner, Cervantes o Camus.
El adagio facilón nos dice que una imagen vale más que mil palabras. Pero esta afirmación recurrente puede ser leída también en sentido contrario. Porque si digo "bosque" estoy nombrando las penumbras africanas, los fríos noruegos o la oscura multitud de una calle nocturna en el sudeste asiático. O un lugar no escrito. O un no lugar. O un desierto. Porque pantalla y libro, palabra e imagen no se oponen entre sí: se afirman, sirven de muto alimento. Muchos nos acercamos al Julio César de Shakespeare gracias a Mankiewicz; nadie como Brando narró antes ante las masas que se agolpaban en cientos de salas de cine el discurso de Marco Antonio. Y qué genial guionista encontró el director norteamericano en el dramaturgo inglés para representar estas metáfora precisa del poder y de la política.
Por eso, a pesar de las insidias interesadas de los apocalípticos, la pantalla y el libro han cultivado la amistad y han crecido juntos. Juntos conforman el presente de nuestra memoria. Levantarse cada día para luchar por ellos merece la pena. No siempre es un trabajo grato. Contra la cultura, contra el libro y las películas, siempre hay megáfonos y demagogia, ventajismo de quien nos llama parásitos del sistema. Gente con la boca ancha y la mirada estrecha. Gente que estaría dispuesta a activar, en aras de nuestra seguridad, el pulsador del lanzallamas, y quemar a Proust, a Miller, a Polanski o Von Trier. Gente que parecen honrados vecinos de domingo, pero cuyas actividades no difieren demasiado de los talibanes afganos o los secuaces de Terry Jones.
Por eso, antes de que la vida nos lleve a exiliarnos en un país de mujeres-libro o de hombres-película, debemos defender este territorio ganado a la ignorancia, porque son un activo contra la sumisión. Por eso debemos estar alerta ante esos discursos incendiarios que prenden fácilmente. Y los libros lo hacen a una temperatura de 451 grados Fahrenheit. Y las películas, incluso menos, a 410.
Día Internacional de los Derechos Humanos
El 10 de diciembre conmemoramos la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en 1948.
La ONU pretendía con esta Declaración Universal sentar las bases de un compromiso ético para obligar a todos los estados a cumplir y hacer cumplir una serie de normas.
Recordemos que después de la Segunda Guerra Mundial, en los inicios de la Guerra Fría, cuando todavía dolían las heridas del nazismo y ante las situaciones de injusticia que se vivían en los cinco continentes, varios países sintieron la necesidad de unirse en una organización supraestatal que garantizara el respeto y la dignidad de las personas, y que evitara la repetición de hechos tan lamentables como la vulneración de la dignidad de la persona y el respeto a sus peculiaridades étnicas, religiosas o sexuales.
Los Derechos Humanos se sostienen sobre dos pilares esenciales de la humanidad: la libertad y la plena igualdad entre todos los seres humanos sin ningún tipo de limitaciones, sean éstas: culturales, económicas, étnicas, sexuales, etc. El concepto de Derechos Humanos hace referencia al sentido de la dignidad humana antes que a cualquier formulación jurídica o política.
Si estáis interesados en saber más sobre la Declaración Universal de los Derechos Humanos, os recomendamos la siguiente página web:
http://www.un.org/es/documents/udhr/index.shtml
http://www.un.org/es/documents/udhr/index.shtml
El hechizo de la luna
La Luna ha sido, es y será siempre algo que nos hechiza, motivo de declaraciones románticas, de historias de miedo, de transformaciones, de influencia sobre el ser humano, la propia tierra o las criaturas que habitan en ella.
A lo largo de la historia, los mitos nos han ayudado a creer que podíamos explicar fenómenos que no comprendíamos. En realidad no había ninguna prueba de lo que decía el mito, pero permitía explicar algo, todo el mundo lo repetía y al final se daba por cierto. Poco a poco el conocimiento científico ha ido explicando la mayoría de fenómenos que antes se justificaban como un mito.
La Luna también ha sido objeto de diferentes mitos, entre otros, el aullido de los lobos, el crecimiento del cabello cortado en su etapa de cuarto creciente..., pero, ¿realmente son verdad los mitos que la rodean?
Os dejamos un enlace que puede resultar de vuestro interés. Encontraréis datos sobre la distancia de la Luna a la Tierra, su tamaño, temperatura, las fases, los eclipses.
Y, no podía faltar, un relato.
El muerto
y la luna
Un anciano ve un muerto sobre el que caía la claridad de la luna. Reúne a un gran número de animales y les dice:
- ¿Cuál de vosotros, valientes, quiere encargarse de pasar al muerto o a la luna a la otra orilla del río?
Dos tortugas se presentan: la primera, que tiene las patas largas, carga con la luna y llega sana y salva con ella a la orilla opuesta; la otra, que tiene las patas cortas, carga con el muerto y se ahoga.
Por eso la luna reaparece todos los días y el hombre que muere no vuelve nunca.
- ¿Cuál de vosotros, valientes, quiere encargarse de pasar al muerto o a la luna a la otra orilla del río?
Dos tortugas se presentan: la primera, que tiene las patas largas, carga con la luna y llega sana y salva con ella a la orilla opuesta; la otra, que tiene las patas cortas, carga con el muerto y se ahoga.
Por eso la luna reaparece todos los días y el hombre que muere no vuelve nunca.
Blaise Cendras, Antología negra
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