Día Internacional de los Trabajadores


     El 1 de mayo se celebra el Día Internacional de los Trabajadores, para homenajear la lucha del movimiento obrero mundial y reivindicar unas condiciones laborales dignas para cualquier persona. 

    El origen de la fecha data de 1889 cuando el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París, acordó establecer una jornada homenaje de la lucha obrera, representada en la figura de los Mártires de Chicago, quienes fueron ejecutados en Estados Unidos por ser partícipes de una dura lucha que buscaba la consecución de la jornada laboral de ocho horas.

    A pesar de que la gran mayoría de países celebra este día, tanto Estados Unidos como Canadá no entran dentro de este amplio grupo. Ambos países anglosajones festejan el «Labor Day», establecido el primer lunes de septiembre.

   Para festejar este día, os dejamos un breve apunte sobre las “canciones” o “cantos de trabajo”, un tipo claro y particular de lo que es la poesía entendida como medio de distracción, de enfrentamiento a una realidad cruda y amarga, en muchas ocasiones, como compañía. Estas canciones son las compañeras leales del segador en el estío, del labrador que siembra en el otoño y de los mozos que van al molino en las tardes del final del verano.

    ¿Cuál es la función de las canciones de trabajo? Se habla principalmente de la influencia benéfica que la música ejerce sobre los animales que ayudan al hombre, pues los calma y los vuelve más dóciles; tanto que hay quien cuenta que en ocasiones prohibían cantar a los que se ocupaban de la trilla, ya que los animales se dormían y no rendían lo suficiente. Y, naturalmente, no hay que olvidar que la ejecución musical proporciona un efecto de alivio a los trabajadores, divirtiéndolos en lo posible de la monotonía y pesadez de las faenas. 


Ay, fortuna, 
cógeme esta aceituna. 

Aceituna lisonjera, 
verde y tierna por defuera 
y por dentro maderera: 
fruta dura e inoportuna. 

Ay, fortuna, 
cógeme esa aceituna. 

Fruta de madurar tan larga 
que sin aderezo amarga, 
y aunque se coja una carga 
se ha de comer solo una.

Ay, fortuna, 
cógeme esa aceituna.

                                                                                LOPE DE VEGA, El villano en su rincón